Aprendiendo a valorar lo cotidiano
Esta historia puede considerarse la continuación de la anterior "Entre la cima y la sima". Los mails recibidos desde distintos lugares del planeta preguntando acerca de el Guatón me obligaron a contar un poco más de su historia. También hay ciertas ideas que se conectan con lo dicho en "Socrates de visita en nuestra época", para que quienes sientan más curiosidad puedan ver algo más.
Salió furioso. Habría sido el primero en derrotar al diablo en un juego de pool, pero éste había usado un truco sucio para evadir la derrota. Ahora no había nada que hacer, pues ya se había ido. Decidió pasar a la cantina del loco: ahi podría echarle algo al buche y olvidar lo ocurrido.
- Harto mala cue'a tuviste po' Guatón...
- Veo que las noticias corren rápido.
- Sí, llegó la Sinforosa y le contó a la Elmerinda. Como estas viejas son copuchentas no se demoraron na' en contarle a todo el mundo ...¿y qué vai a hacer ahora Guatón?
El Guatón salió del lugar sin comer nada, no quería sentir cómo todo el mundo le preguntaba y le hacía recordar aquello. Miró el suelo cubierto de hojas y se dio cuenta de que solo jugaba porque era la única forma que tenía para olvidar su soledad: si olvidaba el juego ésta aparecía nuevamente y lo invadía todo. Cada arbol, cada calle, cada lugar se convertía en un reflejo de su tristeza. Estaba pensando en eso cuando sintió que algo dentro de su cuerpo se movía, como si estuviera vivo. Lo comprendió de inmediato.
Las revistas Ritmo siempre eran una buena compañía en ese tipo de situaciones. Ahora se sentía bastante mejor, aunque estaba cansado por estar intentando flotar para no tocar la tapa de ese asqueroso baño. Lo que más sentía era que tendría que romper la revista, aunque eso era lo de menos pensando en la magnitud de la emergencia que había vivido recién. "Todo por andar caminando lejos de casa y pensando huevadas" se dijo. Por suerte había encontrado aquel local y, aunque le molestó la cantidad de moscas y la suciedad que había allí no tuvo otra posibilidad. Luego de salir, se percató de que nadie le había preguntado nada, por lo que debía estar bastante lejos.
Caminó de vuelta a casa y agradeció que el viejo lo dejara usar su baño. Comprendió que las cosas más superficiales de la vida pueden significar mucho en ciertos momentos. Después de todo no tenía tan mala suerte.
Salió furioso. Habría sido el primero en derrotar al diablo en un juego de pool, pero éste había usado un truco sucio para evadir la derrota. Ahora no había nada que hacer, pues ya se había ido. Decidió pasar a la cantina del loco: ahi podría echarle algo al buche y olvidar lo ocurrido.
- Harto mala cue'a tuviste po' Guatón...
- Veo que las noticias corren rápido.
- Sí, llegó la Sinforosa y le contó a la Elmerinda. Como estas viejas son copuchentas no se demoraron na' en contarle a todo el mundo ...¿y qué vai a hacer ahora Guatón?
El Guatón salió del lugar sin comer nada, no quería sentir cómo todo el mundo le preguntaba y le hacía recordar aquello. Miró el suelo cubierto de hojas y se dio cuenta de que solo jugaba porque era la única forma que tenía para olvidar su soledad: si olvidaba el juego ésta aparecía nuevamente y lo invadía todo. Cada arbol, cada calle, cada lugar se convertía en un reflejo de su tristeza. Estaba pensando en eso cuando sintió que algo dentro de su cuerpo se movía, como si estuviera vivo. Lo comprendió de inmediato.
Las revistas Ritmo siempre eran una buena compañía en ese tipo de situaciones. Ahora se sentía bastante mejor, aunque estaba cansado por estar intentando flotar para no tocar la tapa de ese asqueroso baño. Lo que más sentía era que tendría que romper la revista, aunque eso era lo de menos pensando en la magnitud de la emergencia que había vivido recién. "Todo por andar caminando lejos de casa y pensando huevadas" se dijo. Por suerte había encontrado aquel local y, aunque le molestó la cantidad de moscas y la suciedad que había allí no tuvo otra posibilidad. Luego de salir, se percató de que nadie le había preguntado nada, por lo que debía estar bastante lejos.
Caminó de vuelta a casa y agradeció que el viejo lo dejara usar su baño. Comprendió que las cosas más superficiales de la vida pueden significar mucho en ciertos momentos. Después de todo no tenía tan mala suerte.