Las preguntas que nadie sabe cómo responder
Hay ciertas tradiciones que se han perdido con el tiempo y, aprovechando que estamos en Fiestas Patrias, me gustaría recordar una de ellas. A veces es bueno meternos al baúl de los recuerdos y ver qué es lo que encontramos. Probablemente a muchos no les gustará el desenlace, pero basta con ver un poquito de televisión para darse cuenta de que la regla se cumple... compruébenlo ustedes mismos.
Los contrincantes se miraron fijamente a los ojos. Los asistentes observaban cada movimiento con gran atención: este era el duelo más importante y no se podían perder un solo detalle. Peyuco tomó distancia, se acomodó y lanzó. Lo propio hizo al instante Manolo, con tanta fuerza que si hubiese dado en el blanco seguramente hubiese hecho pedazos a su rival, pero falló por poco y ahora la lucha debería decidirse de otra forma. Peyuco pidió a todas las estrellas del cielo que lo dejaran ganar. Manolo - que no creía en esas cosas - confiaba en que su buena preparación se impondría en este momento decisivo. A medida que pasaban los segundos los trompos empezaban a girar con menos fuerza: ya se acercaba el final.
Peyuco sorbeteaba su romadizo con gran estruendo mientras esperaba impaciente. Manolo sentía el frío que se colaba por los agujeros de su polera, que se acentuó cuando vio que su trompo sería el primero en dejar de bailar. Se dibujó una sonrisa en el rostro de Peyuco, pero el suspenso aumentó aun más cuando su trompo también mostró señales de no querer seguir bailando.
Peyuco sintió que su corazón se salía al ver que su trompo permanecía en el centro del círculo y el de Manolo se acercaba poco a poco hacia el borde. Pero aun quedaba una última posibilidad: su trompo podía rodar fuera del círculo cuando tocara definitivamente el suelo, así que se aferraba a esa esperanza.
Manolo estaba acostumbrado a ganar en este tipo de competencias. Año tras año era desafiado por todos los chiquillos del barrio, pero nadie lograba superarlo. De todas formas sentía respeto por Peyuco, quien, pese a ser dos años menor había mostrado un gran progreso durante el último tiempo. Repentinamente lanzó un grito de espanto: su trompo, que ya estaba muy próximo a salir del círculo comenzó a enterrarse en el suelo. El trompo de Peyuco tocó el suelo y salió rodando hacia afuera con fuerza. Todos los niños se sintieron emocionados de que alguien finalmente pudiera derrotar a Manolo... pero paf! el trompo de Peyuco golpeó al de Manolo y lo tiró fuera del círculo y se quedó estancado en su lugar ante la impotencia de los obseradores, que miraban atónitos la escena sin lograr comprender. Aun no aprendían que siempre el mejor resulta favorecido por la suerte. ¿La razón de eso? Nadie la sabe... Pero ahora Peyuco lamenta que su trompo nuevo luzca 2 carneques que se convirtieron en las cicatrices por aquella derrota. Alguien dijo que las cicatrices tienen el poder de recordarnos que el pasado fue real. Seguramente Peyuco no lo olvidará.