Un día cualquiera en la ciudad
La escasa cantidad de automóviles circulando por las calles daba cuenta de la poca gente que quedaba en la capital. Todo el mundo estaba de vacaciones y sin embargo él tenía que seguir trabajando, pero lo peor no era eso, sino el tiempo que debía pasar en las micros para trasladarse de un extremo a otro de la capital. Eran las 6 de la tarde y el sol de febrero hacía que las cosas se desvanecieran por el calor. Se aflojó la corbata mientras esperaba, pensando en el trabajo pendiente para el siguiente día. No bien puso un pie en la micro y ésta arrancó. El chofer había tenido una mala noche y estaba cansado, con ganas de mandar todo al carajo, pero las deudas no perdonan y debía seguir trabajando, quizás hasta el fin de sus días, convertido casi en una máquina. A nadie le importa si es feliz, pues sólo existe cuando la gente necesita que su micro pase, después desaparece. Ernesto se sentó en uno de los primeros puestos: "para llegar primero" le decía su mamá cuando era niño. Miraba por la ventana y tenía tanto calor que nada lo hubiese hecho más feliz que la llegada de un vendedor de helados. Libros para pintar, alcoholicos anónimos, estampitas, parches curitas. Todos subían a ofrecer cosas, pero no había un solo heladero. Quizo dar una moneda al hombre que acompañado de una sufrida guitarra revivió a Víctor Jara, pero lo cierto es que hace días esperaba el pago de la quincena y la gamba que tenía en el bolsillo ya tenía destino, aunque éste aun no llegara. Hacía 45 minutos que había partido desde Puente Alto y todavía faltaba una hora para llegar a Maipú y la sed era cada vez mayor. Divisaba heladerías en la Alameda y poco a poco comenzó a ver las cosas como cubiertas de crema. Sentía que su destino estaba cerca, aunque eso no reducía su impaciencia. Cuando bajó de la micro el calor ya había pasado. Camino a casa se acercó un vendedor a ofrecerle choco panda, pero prefirió dar la moneda al anciano que desde unos metros más allá lo miró con ojos de tristeza.
3 Comments:
no sabia que poseias esta veta señor obreque...
interesante...
espero que podamos seguir leyendo otro de sus textos, que a todo esto estan bastante buenos...
un gusto leerlo, un abrazo afectuoso, JL [xD]
wena obreik...
master. Oye yo vivo en Maipú y como que me identifico con el niño este. saludos
Carrizo
Yo hubiera hecho lo mismo, procuro poner los problemas o necesidades de los demás antes que los míos. Muy grata esta historia.
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